Hay algo diferente en Times Square. Es imperceptible, pero real. Solo el verdadero ojo escrutador puede verlo. Para la mayoría de los observadores tal vez sean días ordinarios. Unas vísperas del 4 de julio habituales, con la misma cantidad de turistas y personajes varios que siempre. Sin embargo, se siente una presencia nueva. Una presencia muy potente en el resto del planeta pero débil aquí. Se trata del dios Fútbol.
ESPN.com
¡El Mundial de Clubes, en Disney+!
No te pierdas las transmisiones de los partidos. Disney+
Desde hace décadas hay intentos de que el deporte más popular del mundo llegue al corazón de los estadounidenses. Esta búsqueda se intensificó aún más cuando el negocio se apoderó de buena parte del juego. Este mercado es tan suculento que el empeño por ocupar un espacio grande ha sido obligatorio. Los proyectos para ganar terreno entre la NBA, la NFL y la MLB han sido de diversa naturaleza y de irregular resultado. Uno de ellos es traer torneos importantes a estas tierras para que los habitantes de Estados Unidos vean desde cerca al fenómeno. El primer Mundial de Clubes de la historia entra en ese casillero.
Hemos llegado a los cuartos de final de una competencia muy atractiva desde lo futbolístico. Quedan solo los ocho mejores equipos y la mayor parte de la acción restante se disputará en el estadio MetLife de New Jersey, ya que allí habrá un duelo de cuartos (Real Madrid-Borussia Dortmund), las dos semis y la gran final el 13 de julio. Entonces, la ciudad de Nueva York pasará a ser la sede central de la Copa.
La pregunta que siempre emerge en estas circunstancias es ¿cómo recibe Manhattan a un torneo de fútbol grande? ¿Cómo se introduce el deporte plebeyo en el glamour de la Gran Manzana? Las crónicas periodísticas se amontonan en imaginarios anaqueles desde antes de la Copa del Mundo 1994 y casi todas dicen lo mismo: a los estadounidenses no les interesa el fútbol. No lo sienten. La naturaleza de este juego es expulsiva a los intereses de este pueblo. No comulgan. Todo esto es cierto, pero en esta ocasión vale la pena dejar abierta una posibilidad. Una pequeña rendija por la que mirar otra realidad.
Volvamos a Times Square. Siempre repleta de gente. Turistas, artistas callejeros, vendedores ambulantes, religiosos, tiktokers, oficinistas. El paisaje son ellos, más allá de las luminosas carteleras y los múltiples estímulos visuales. Parece todo moverse en su dinámica frecuente, pero el fútbol se ve en los detalles.
Una de las marquesinas más grandes de la zona muestra una imagen de un partido de fútbol. No es del Mundial de Clubes, pero debajo aparecen los escudos de los ocho protagonistas de cuartos de fial con la leyenda "win or go home" ("ganar o volver a casa"). Un slogan con sabor local, como si fuera una película de acción de Hollywood, para vender la etapa definitoria del torneo. Por supuesto, en la vida cotidiana las imágenes deportivas suelen estar reservadas al básquetbol o el fútbol americano. Pero hoy es el tiempo del fútbol. Al menos para quienes compran estos espacios.
En los locales de venta de indumentaria también hay más presencia futbolera. Harry Kane sostiene un botín en un local donde no aparecen ni LeBron James ni Tom Brady. Las camisetas de Inter Miami y de Real Madrid se pueden encontrar con cierta facilidad en casi todos los negocios del rubro. Y el célebre Pelé Store está más concurrido que nunca.
Todo esto está muy bien, pero solo nos describe los intentos "empresariales" de imponer el fútbol como un producto más. Tiene su impacto, pero el interés genuino por algo es difícil de comprar. El pueblo de Estados Unidos tiene una relación casual con el fútbol. Lo contempla a través de sus figuras mediáticas, como Lionel Messi o David Beckham. Reconocen a los futbolistas grandes, pero no viven la pasión como europeos o sudamericanos. O como ellos mismos sienten la NFL o la NBA.
De todos modos, el Mundial de Clubes se siente en Times Square. Hay camisetas de Palmeiras que imaginan una semifinal de ensueño aquí. También muchas de Messi, el ídolo que se quedó afuera. Hay una pelota número cinco que rebota entre las baldosas de la plaza. Se abre paso un grupo de italianos que discuten sobre las derrotas de Inter y Juventus. Irrumpe un hincha de Chelsea neoyorquino. Se ven algunos fanáticos de River Plate, cuya ruta imaginaria llegaba hasta esta ciudad.
El panorama ya no es totalmente ajeno al fútbol. En este tiempo mundialista, el centro neurálgico de Nueva York se deja alcanzar al menos por algunas gotas del fervor futbolero. Quizás en unos días, cuando llegue el tiempo de semis y final, sea más que eso.
Ver más